A medida que descendemos por el sendero que nos lleva la playa, llegamos a advertir una pequeña, pero imponente península (punta do Castro) delimitada por lo que en otra época fue una férrea muralla. El castro de Baroña, en el municipio de Porto do Son, es una ciudad en miniatura que en su tiempo fue perfectamente funcional, ya que hasta se encontraron restos de anzuelos y aparejos de pesca, así como restos de un horno en la zona norte del poblado donde se desempeñaron actividades relacionadas con la metalurgia y la minería.
El porqué de la elección de este emplazamiento para establecer un castro se deduce a simple vista. La disposición de la ponta do Castro otorgaba una defensa natural con el mar a la espalda y permitía centrar la defensa en la muralla que protege el istmo. Un foso de unos 60 metros de largo por 4 de ancho y una profundidad de unos 3 metros guarecían a unos habitantes que ocupaban viviendas circulares u ovaladas sin ventanas, protegidas a su vez por una segunda línea defensiva compuesta por piedra u arena.
De lo que también se debe percatar el visitante, es de la parte más alta del castro, donde se localiza un rincón singular que por sus características algunos estudiosos creen que podría tratarse de una especie de santuario. Sin embargo, no hay evidencias sólidas que lo certifiquen. Eso sí... ¡Qué vistas! La inmensidad del Atlántico de un lado. De otro, la bella estampa de las playas de Baroña y de Area Longa, dos arenales de unos 500 metros cada uno que, aunque separados por rocas, han acompañado al castro todo este tiempo conformando un verdadero reclamo para todos los buscadores de postales ávidos de un momento, de un instante como la caída del arco iris caminando por la playa de Baroña con la vista puesta en el horizonte, más allá del castro.
Sostenible por naturaleza, en la Ría de Muros Noia el concepto sostenibilidad ya estaba latente siglos antes de que este término se repita hoy en día de forma constante como un mantra. En las excavaciones arqueológicas ya se pudo vislumbrar que siglos atrás los habitantes respetaban las especies marinas, pues solamente se encontraron restos de bivalvos adultos, lo cual denota la importancia, el respeto y el sentido de responsabilidad en aquella época.
Gracias a las obras de rehabilitación iniciadas en 2012, hoy en día podemos disfrutar de uno de los rincones más genuinos de la Ría da Estrela. Un paseo por la historia, por el origen de una tierra y unas gentes que se han adaptado al entorno sin apenas alterarlo. De la cultura castrexa se ha escrito e investigado muchísimo, pero para los espectadores de a pie, no hay duda de que es un monumento de una belleza y un cierto halo de misticismo que lo hacen aún más atractivo.