Por lo que se refiere al género de los que se van a trasladar a una zona rural, ahora son más mujeres que hombres. Concretamente, el 53% son mujeres y el 47% son hombres. Sin embargo, en agosto de 2022, el 59% eran hombres y solo un 41% eran mujeres.
“Los altos precios de la vivienda y su encarecimiento continuado en el centro de las ciudades, van expulsando cada vez más a las rentas más bajas y los colectivos más vulnerables, entre los que se encuentran los jóvenes. Por ello, las zonas rurales son la esperanza de un volumen de jóvenes cada vez mayor, en las que el precio de la vivienda se ajusta a su situación económica y laboral. Sin embargo, la mayoría de las zonas rurales terminan siendo descartadas por las franjas de edad más jóvenes por la lejanía de los servicios esenciales o la mala comunicación con los núcleos más poblados, requisitos que consideran necesarios para poder establecer su residencia habitual y desenvolver su futuro”, comenta María Matos, directora de Estudios y portavoz de Fotocasa.
En cuanto a su comunidad autónoma de residencia, el 21% procede de Andalucía, el 13% de la Comunidad Valenciana, el 9% de Cataluña y otro 9% de Madrid. Además, el 59% de ellos procede de una ciudad que no es capital de provincia y que tiene menos de 50.000 habitantes. Esta cifra es sensiblemente superior a la de agosto de 2022 (53%).
Su índice socioeconómico, en cuatro de cada diez casos es el nivel medio. Además, el 37% se engloba en un perfil alto o medio alto y el 21% en un perfil bajo. Si hablamos exclusivamente de ingresos mensuales brutos de la unidad familiar, la mitad (49%) tiene unos ingresos que son de 2.000 euros o menos. En agosto de 2022 eran el 37% los que declaraban estos ingresos, una cifra doce puntos más baja que la actual.
Igual que sucedía en 2022, el estado civil más recurrente es el de casado, pareja de hecho o conviviendo en pareja: el 47% de los particulares que se van a trasladar a una zona rural está en esta situación. No obstante, es una cifra algo más baja que el pasado mes de agosto, cuando el 56 % declaraba estar en este estado civil. En cambio, ahora son más los solteros que deciden irse a vivir a un pueblo (44% frente al 32% de hace unos meses).
Si observamos su situación de convivencia, lo más frecuente entre quienes se trasladaban a un pueblo hace unos meses era vivir con su pareja e hijos (32%). Sin embargo, este perfil ahora es algo menos recurrente (21%). Un cambio que se explica porque en los últimos meses han aumentado los planes de irse a vivir a una zona rural entre las personas que todavía viven con sus padres (22% en comparación con el 18 % de agosto) y de los que viven solos (21% frente al 15% de agosto).
Por lo tanto, el perfil que se desprende ahora es el de personas jóvenes, con una situación económica más ajustada y que buscan, yéndose a una zona rural, poder independizarse. Como consecuencia de este cambio de tendencia, también ha cambiado el perfil de los que asegurarían que no se irían nunca a vivir a un pueblo. Las personas que rehúsan la vida en entornos rurales se caracterizan por ser más mayores (el 37% tiene 45 años o más), residen mayoritariamente en capitales de provincia (37%), tienen un nivel socioeconómico alto o medio alto (47%), están casados (52%) y viven con su pareja e hijos (28%).
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