El desarrollo de nuevas tecnologías, el teletrabajo o los cambios en el ritmo vital están impulsando la vuelta a las zonas rurales. Un objetivo por el que también se está trabajando desde instituciones públicas. Por ejemplo, el “Plan de recuperación. 130 medidas frente al reto demográfico”, impulsado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, ahonda en la necesidad de priorizar la cohesión territorial y “eliminar brechas territoriales, especialmente la urbana/rural”.
Pero, lo cierto es que, pese a la aspiración de los particulares y las iniciativas públicas, España todavía está lejos de tener una proporción de su población instalada en zonas rurales próxima a la media europea. Según los datos de Eurostat correspondientes a 2022 (dato más reciente disponible), el 26% de la población europea reside en zonas rurales. En España solo son el 13%, lo que le sitúa en el tercer lugar por la cola, solo por delante de Malta (3%) y de Países Bajos (11%).
“La previsión de crecimiento poblacional de las ciudades es exponencial. En 1900 sólo el 13% de la población vivía en ciudades, pero para 2023 se espera que el número de habitantes en las urbes alcance el 60%. La capacidad de atracción poblacional de las grandes ciudades, debido a las oportunidades laborales, hace que la oferta de vivienda sea limitada y que surjan los problemas de habitabilidad, como el incremento de los precios de la vivienda. Es por ello, que las zonas rurales y menos habitadas son la esperanza de muchos ciudadanos que buscan no solo precios más asequibles, sino también tranquilidad y un mayor contacto con la naturaleza”, comenta María Matos, directora de Estudios y portavoz de Fotocasa.
Los demandantes de vivienda con planes reales de trasladarse a una zona rural son menos que hace un año
El acceso a una vivienda es clave para que una persona pueda instalarse en un pueblo. Por eso, cuando se pone el foco en los demandantes de vivienda se puede observar que el 63% afirma que se va a ir a vivir a una zona rural o, al menos, le gustaría hacerlo. Un interés bastante extendido y que, además, permanece estable a lo largo del tiempo: justo hace un año antes eran el 62%.
Pero este interés, como es lógico, tiene sus matices. Por ejemplo, hay un 12% que afirma tener planes efectivos de mudarse a un entorno rural. Una cifra que ha descendido de manera estadísticamente significativa con respecto a hace doce meses, cuando eran el 15%.
Esta caída viene propiciada, fundamentalmente, por el retroceso que se ha producido en el segmento que asegura que va a dar este paso gracias al teletrabajo: en 2023 eran el 6% los que iban a trabajar a distancia desde un pueblo y en 2024 son el 4%. Por otro lado, los que van a realizar este cambio vital con un cambio de trabajo son el 7% (8% en 2023).
Si en lugar de hablar de los demandantes de vivienda con planes reales de irse a vivir a un pueblo, hablamos de aquellos que tienen esa aspiración, se puede apreciar que son significativamente más que hace justo un año: en 2023 eran el 47% los que afirmaban que les gustaba la idea pero que no tenían planes o posibilidad de hacerlo y actualmente son el 51%.
Es decir, se encuentran dos tendencias contrapuestas: mientras que descienden los particulares con planes reales de instalarse en una zona rural, crece la cifra de aquellos que aspiran a hacerlo, aunque no puedan.
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